Para jugar a la calva se necesitaban seis jugadores y un pingador. El pingador hacía la misma función que hacen ahora los árbitros, es decir, que estaba siempre pendiente de la calva, porque, dependiendo de en qué parte de la calva pegase la mojona, se podía contar tanto o no.
El juego consistía en dar a la calva con la mojona desde una distancia de unos doce metros como mínimo. Para poder contar tanto siempre tenía que pegar la mojona en la madera de la calva, pero, a veces, aunque parecía que había chocado, el pingador decía que no y se entablaban bastantes discusiones, aunque de ahí no pasaba y no llegaba nunca la sangre al río. Según se iba tirando, y aunque las mojonas quedasen juntas, cada cual conocía cuál era la suya.
La partida se establecía en 18 tantos.
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